
Cuando pensamos en el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), solemos imaginar a un niño moviéndose sin parar o con dificultades para concentrarse en clase. Sin embargo, cada vez más adultos descubren que los síntomas con los que han convivido durante años tienen un nombre: TDAH.
¿Qué es el TDAH en adultos?
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que persiste en la edad adulta, aunque sus manifestaciones cambian con el tiempo. En lugar de una hiperactividad física, en muchos adultos predominan síntomas como:
- Dificultad para mantener la atención en tareas prolongadas o repetitivas.
- Olvidos frecuentes, desorganización y sensación de caos.
- Impulsividad en la toma de decisiones o en las relaciones.
- Problemas para gestionar el tiempo, procrastinación y retrasos.
- Sensación constante de estar «apagando fuegos» o de no llegar a todo.
Muchos adultos con TDAH han desarrollado estrategias para compensar estos retos, pero a menudo lo han hecho a costa de un gran desgaste emocional. Es común que lleven consigo una historia de baja autoestima, frustración o sensación de no encajar.
El diagnóstico en la adultez: alivio y confusión
Recibir un diagnóstico de TDAH en la adultez puede ser un proceso complejo. Por un lado, puede generar alivio al entender que los retos vividos no se deben a “falta de voluntad” o “vagancia”, sino a un patrón neuropsicológico específico. Por otro lado, también puede despertar dudas, duelo o enfado al mirar atrás y pensar en todo lo que podría haberse hecho diferente con un diagnóstico temprano.
Además, el TDAH suele coexistir con otros trastornos como ansiedad, depresión o dificultades en la regulación emocional, lo que puede enmascararlo o hacerlo más difícil de identificar.
¿Y ahora qué?
El diagnóstico es solo el primer paso. A partir de ahí, muchas personas se benefician de un proceso terapéutico especializado, que normalmente incluye:
- Psicoeducación sobre el TDAH y cómo afecta en la adultez.
- Entrenamiento en habilidades de organización, gestión del tiempo y regulación emocional.
- Intervenciones desde enfoques como la Terapia Cognitivo-Conductual.
- Intervención en casos de ansiedad, depresión o factores emocionales.
- En algunos casos, valoración farmacológica en coordinación con psiquiatría.
Vivir con TDAH: desafíos y fortalezas
El camino terapéutico no busca “corregir” a la persona, sino acompañarla a conocerse mejor, aceptar su funcionamiento, encontrar formas más amables y eficaces de estar en el mundo ofreciéndoles herramientas adaptadas para la mejora de su calidad de vida.
¿Te identificas con lo que has leído o crees que podrías tener TDAH no diagnosticado? Si quieres profundizar en tu caso, estaré encantada de acompañarte en este proceso desde una mirada profesional, respetuosa y sin juicios.